

Pero hay una obra en particular que me intriga no sólo por su forma, sino también por el fondo, es más, por el fondo oculto. Se trata de “ROMEO Y JULIETA”, libro que se considera como la cúspide del romanticismo, ya que la historia de amor que allí se desarrolla, está llena de matices trágicos. Todos conocemos la triste historia. En una época donde todavía no existía la democracia, donde hombres y mujeres eran controlados por un arma poderosa llamada matrimonio, los novios y novias eran previamente seleccionados por los padres de familia. Por desgracia, Romeo y Julieta pertenecían a familias rivales que se odiaban a muerte, así que su amor era impensable, no se podía llevar a cabo, y sólo podía ser posible en la clandestinidad, en la marginación, en el exilio. Sin embargo, el destino les hace una mala jugada y terminan sus vidas con la conocida decisión final que los unió para siempre, más allá de la vida, enlutando no sólo a sus incomprensivas familias, sino a todos los lectores en el mundo que vibraron con esas páginas, durante cientos de generaciones.

Lo más interesante es que, hasta la actualidad, el poder religioso condena el SUICIDIO, ya que, según la ideología cristiana, sólo Dios puede quitar la vida, por lo tanto, ninguna razón justifica la autónoma y deliberada elección de la muerte auto infringida. Bajo esta creencia, y sobre todo en la Inglaterra medieval, la iglesia excomulgaba y proscribía al suicida negando su entierro en el camposanto y expropiando la herencia a la familia sobreviviente. Luego, es fácil suponer que la iglesia podría haber condenado la APOLOGÍA del suicidio. Digo “podría” porque no hay registros de ello, pero la suposición es aceptable, del mismo modo que podemos imaginar las posibles apologías de la herejía y la brujería.

Al mismo tiempo, “Romeo y Julieta” podría ser una escritura de protesta que colocaría a Shakespeare en el mismo sitial que sus colegas Rabelais ( Gargantúa y Pantagruel ) y Johnattan Swift ( Los Viajes de Gulliver ), que en vez de dramatizar, satirizaron a la monarquía absoluta.
Esto nos lleva a una pregunta : ¿se pueden unir el suicidio y la protesta? Para responder, hagamos primero un pequeño recuento histórico del suicidio, el cual viene sucediendo desde que el ser humano lo es, en todas las latitudes y en todas las culturas. Obviando las clásicas causas psicológicas, económicas y enfermedades terminales, este tema se torna interesante cuando el suicidio es usado como INSTRUMENTO DE PROTESTA.

Una película nos habla de esta triste y elaborada elección : “La Vida de David Gale”, protagonizada por el laureado Kevin Spacey, en la cual tres personas, entre ellos una mujer, están en contra de la pena de muerte, aduciendo que cabe la posibilidad que las cortes se equivoquen irreversiblemente al condenar a un ser humano. Para ello filman secretamente el suicidio de la mujer, con calculada apariencia de homicidio, y Spacey se deja culpar, con el objetivo de morir en la silla eléctrica. El tercer personaje se encarga de revelar el terrible secreto a los medios.

Regresemos a “Romeo y Julieta”, los clásicos y ficticios amantes que no tuvieron elección, y que atrapados en un mundo sin libertades, su única libertad fue matarse por amor. Ellos no lo hicieron como protesta, pero el autor sí, ya que, una vez ubicada la problemática socio-política-religiosa de su época, le dio “solución” con algo prohibido por las autoridades religiosas, y además, bajo la apariencia de un colosal drama romántico, donde la habilidad retórica y el manejo de emociones, condujo a que su ácida crítica social, su apología del suicidio, fuera aceptada por la población cristiana, incluso hasta la actualidad.
Ahora, ¿porqué se suicidan las personas? Quizás esta pregunta rondó por la mente del ingenioso Shakespeare hace cientos de años, cuando se convirtió en el primer ser humano que propusiera el suicidio como instrumento de protesta.
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