sábado, 21 de junio de 2008


2DO. PUESTO CUENTO
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CONCURSO EPICENTRO 2010


Alex vivía preso en la celda de una lúgubre cárcel. El no sabía quién lo había condenado, ni porqué lo habían encerrado. “Yo no le he hecho daño a nadie” se decía a sí mismo, y se preguntaba qué delito había cometido para merecer tal castigo. Pero luego pensaba que si estaba allí, era porque alguien superior y más inteligente lo había juzgado por su proceder antisocial y por lo tanto era justa dicha condena.

No tenía más compañeras que unas inmundas ratas a las cuales alimentaba con mendrugos de pan. Tenía un trozo de espejo, el cual a veces limpiaba con sus propias lágrimas para ver reflejada su propia imagen, demacrada, entonces hablaba consigo mismo acerca de sus sueños y frustraciones. A través de la pequeña ventana con barrotes, podía ver un pedacito del firmamento. “!! Qué bella noche, qué hermosas estrellas !!” exclamaba embelesado.

Su objeto más preciado era una apolillada hoja de papel, donde él mismo había escrito un poema.

“ Saltando dos pasos llego al horizonte
de un sueño que fluye como el río,
el campo es verde, no existen bordes,
corro y soy pequeño, salto al infinito.
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Entonces veo un ave que surca el cielo
y andando descubro mi destino,
lleno de música, color y de misterios
que me conduce hacia el alma de un amigo”


Cada vez que lo leía, cerraba los ojos y se quedaba dormido, soñando que estaba desnudo en ese campo, verde, sin límites, repleto de flores con colores que nunca había visto, con olores que nunca había olido, saltando tan alto que podía tocar al ave que surcaba el cielo. Entonces sentía una voz que lo llamaba, una voz varonil que pronunciaba su nombre. Dirigía su mirada hacia el horizonte y allí estaba, no tan lejos, la silueta del hombre que lo llamaba. Se acercaba, pero su rostro era irreconocible, sin embargo, el extraño lo abrazaba como si lo conociera, y luego, desaparecía. Al despertar, se preguntaba quién era ese extraño, pero ¿para qué preocuparse? era sólo un sueño, y ya estaba cansado de soñar. Estaba ávido de realidades, de aventuras, de renovación, descubrimientos, pero estaba preso.

Una noche tuvo una gran sorpresa : la pesada puerta de la celda, estaba entreabierta ¿acaso algún guardia la había dejado así por error? ¿o sería una trampa para matarlo en plena fuga? No importaba, valía la pena el riesgo. Tomó la hoja de papel y se dispuso a escapar, cuando de repente una sensación de pánico lo asaltó, electrizando sus músculos y congelando el sudor de su frente. ¿Temor a los guardias? No, era el temor a ser libre. Tantas noches soñando con la libertad y justo en el momento oportuno, cuando podía abandonar ese antro, se quedó petrificado ante la monstruosa posibilidad de ser libre. “¡¡ Maricón, más que maricón !!” se dijo a sí mismo. Entonces, sacudió el cuerpo, apretó los dientes y se dio a la fuga.

Llegó al pasillo, largo y oscuro como un túnel, lo recorrió hasta llegar al patio, el peligroso y gigantesco patio. Repentinamente, sonó la alarma, endemoniado sonido que trepanaba sus oídos. Las destellantes luces de los reflectores lo perseguían por donde fuera, no había donde esconderse. Los ladridos de los feroces rotwailers le daban más impulso para escapar. Y corrió sin mirar atrás hasta llegar a la salida. Trepó el muro, saltó por encima de la alambrada de púas hasta caer en el lodo. Se levantó y siguió corriendo sin hacer caso de la lluvia de balas que rozaban su cuerpo. Y extendiendo sus brazos, exclamaba a toda voz : !! SOY LIBRE, AL FIN SOY LIBRE !!. Súbitamente dejó de sonar la alarma. Las luces se apagaron, ya no se escuchaba ningún disparo, ningún ladrido. Alex dio la vuelta para saber el motivo de ese repentino silencio, y entonces vio algo increíble. La prisión se esfumaba, como un fantasma, quedando en su lugar un montón de piedras.

Abrumado por la fatiga, cayó de rodillas, y vio cómo amanecía. Tenía ganas de dormir, pero no quería perderse tan bello espectáculo. Nunca había visto un cielo tan diáfano, con nubes tan blancas como copos de algodón y un sol tan brillante como una bola de fuego. Respiró profundo, y mientras se dejaba acariciar por la cálida luz solar, vio un ave volar hacia el horizonte. Ahora, todo estaba sucediendo igual que en el poema, igual que en el sueño. Bajo sus pies, el lodo se había convertido en verde pasto. Se hallaba en medio de un hermoso prado, repleto de flores con colores que nunca había visto, con olores que nunca había olido. Entonces corrió y corrió, saltando para tocar el cielo, saltando para tocar al ave que surcaba el cielo.
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Abatido por el cansancio, cayó arrodillado al borde de un riachuelo, y mientras tomaba un poco de agua para refrescarse, pudo verse reflejado en las cristalinas aguas. Su rostro ya no estaba demacrado, sino terso y lozano. Y en vez de la sucia y raída vestimenta de presidiario, vestía una ropa nueva y limpia. La suavidad de la tela rozando su piel le hacía experimentar una comodidad nunca antes sentida. Entonces pensó que estaba viviendo un sueño, el sueño más bello de todos los que había tenido. “Ya no quiero despertar, quiero vivir para siempre soñando este sueño” pensó, pero una melodía lejana lo sacó de su letargo y atrajo su curiosidad.

Avanzó hacia el lugar de donde provenía tan bella música, y vio a un grupo de gente que danzaba al ritmo de alegres canciones. Ellos le dieron la bienvenida y danzó junto con ellos. De repente se halló frente a un hombre, tan hermoso como nunca antes había visto. El extraño, que ya no era un extraño, extendió sus manos en señal de saludo. Alex las tomó, temeroso, sintiendo la fuerza de sus brazos, la calidez de su piel. Su voz grave y tranquila reflejaba ternura y comprensión y a través de sus ojos podía ver el fondo de su alma.

Nunca se había conmovido tanto ante la proximidad de un ser humano, nunca había sentido tal atracción. Sin duda, éste era el extraño que había visto en sus sueños. Su nuevo amigo le inspiraba confianza, entonces le contó que había escapado de una cárcel la cual se había esfumado ante sus ojos. El otro respondió que él también había estado en una cárcel fantasma y que le costó mucho escaparse, hasta terminar en ese campo lleno de fiesta. Ahora Alex lo comprendía todo. Esa cárcel había existido sólo en su mente, él mismo la había construido, él mismo había sido su propio juez y verdugo. Sentía frustración por todo el tiempo que había perdido, pero también sentía orgullo por haber tenido el valor de escapar de su propia cárcel y de haber hecho realidad el sueño que él mismo había creado en sus propios versos. Tomó la apolillada hoja de papel y se la obsequió al nuevo amigo. Éste leyó el poema y dijo : "Yo sentía lo mismo". Entonces dobló la apolillada hoja de papel con delicadeza y la guardó en el bolsillo de su camisa, cerca de su corazón.

Alex quería saber cómo sería su futuro, entonces el otro le mostró un largo camino y le dijo : “Este camino es tuyo, y te llevará a lugares que jamás has visitado. Conocerás gente que te odiará por ser como eres, pero también conocerás gente que te amará por ser como eres. No será nada fácil, tendrás muchos obstáculos, pero es tu vida, es tu camino, tienes derecho a seguirlo”. Estas palabras insuflaron bríos y coraje al espíritu renovado de Alex, diciendo finalmente : “¿Y tú, seguirás este mismo camino? Tal vez juntos podríamos liberar a otros hermanos que están presos en su propia cárcel”. Entonces ambos se miraron, se tomaron de la mano, y juntos, andaron el camino.




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